Vivo rodeado de un escenario mágico, una simbiosis entre naturaleza y arquitectura. Pocos metros cuadrados pero, como diría uno que yo me se, mu bien aprovechados.
El escenario, llamado Cuenca, se colorea y adquiere la textura de diversas paletas dependiendo de la época del año. Quizás la mas bonita sea el otoño con esos colores rojizos y ocres, con esa tonalidad de la hoja caída…Pero hay una semana donde no solo la paleta es la que da sentido a esta ciudad levítica, sino también el sonido y el perfil.
En Semana Santa, en Cuenca, el escenario, acoge la representación de la pasión y muerte de Cristo con una puesta en escena, según mi opinión, única y distinta a cualquiera de las demás exaltaciones españolas.
Y lo que produce esa peculiaridad es precisamente el teatro y los actores. El teatro es un entramado de callejuelas y cuestas adornadas por vetustas viviendas de vivos colores, bellos templos parroquiales y una naturaleza impresionante y abocada al vacío. Y los actores son los nazarenos que suben a hombros los pasos o sencillamente acompañan a la imagen con sus tulipas, los turbos que se burlan del Jesús de las seis o los músicos que nos seducen con sus ritmos melodiosos.
Y lo que produce esa peculiaridad es precisamente el teatro y los actores. El teatro es un entramado de callejuelas y cuestas adornadas por vetustas viviendas de vivos colores, bellos templos parroquiales y una naturaleza impresionante y abocada al vacío. Y los actores son los nazarenos que suben a hombros los pasos o sencillamente acompañan a la imagen con sus tulipas, los turbos que se burlan del Jesús de las seis o los músicos que nos seducen con sus ritmos melodiosos.
El golpear de una tulipa u horquilla en el adoquinado de esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad, o escuchar San Juan en cualquier esquina no tiene precio. Cada momento es diferente, y en el contraste está el gusto.
No hace falta mamarlo desde niño o ser profundamente religioso. No. Basta solo con contemplar cualquier instante de Domingo a Domingo para darse cuenta de que uno está en el momento adecuado y en el sitio ideal.
En Cuencalvario se palpa la tradición, el respeto, la belleza, la fraternidad, la musicalidad, la irracionalidad…
La Cena en la catedral |
Instantes, sonidos, olores que dentro de poco volveremos a refrendar como todos los mágicos días de primavera en Cuenca.
Ciudadano que llegas a Cuenca esos días: no le busques explicación a lo que ves.
¡Déjate llevar y siente! Siente como yo, bancero, nazareno y turbo.
Ole...por tu texto. Muy bonito y sentido. Y estoy contigo cuando dices que hace falta mamarla de pequeño o ser muy religioso, solo con contemplar diversos momentos o sentir los silencios te das cuenta, que porqué es única.
ResponderEliminarGracias Toni. A ver si el tiempo acompaña y se vuelve a poner la piel de gallina.
ResponderEliminarAbrazos!