Páginas

lunes, 22 de octubre de 2018

Un poquito de por favor


22 de octubre, Día Internacional de la tartamudez. Y el que aquí escribe lo es.

No suelo hablar mucho de este tema, aunque suela compartir a menudo noticias y de vez en cuando opinar. Pero hay que dar a conocer la tartamudez, sus mitos e interpretaciones erróneas. Por lo menos para que los que tuvieron, tienen o tengan la dicha de conocerme o toparse en mi camino no me miren como a un bicho raro o tengan la paciencia de dejarme hablar. Aunque el fin es ayudar a personas que tengan y, actualmente, pasen por lo que yo he pasado (y sigo pasando):


Muchos famosos han sido tartamudos. Ed Sheeran es un ejemplo.

Muchos famosos han sido tartamudos. Ed Sheeran es un ejemplo.

  •     Que no, que no nos ponemos nerviosos. La tartamudez se puede ver acentuada por factores psicológicos o sociales, pero no somos personas nerviosas ni temerosas. Puedo tartamudear solo o con compañía, nervioso o tranquilo, hablando o cantando. ¿La razón? Sigue leyendo.

  •     ¿Cuál es el origen? Se está investigando, aunque todo apunta a una diferenciación de las conexiones de las neuronas respecto a las personas fluidas (las que no tartamudean). Pero solo en la parte encargada del habla. Por lo demás somos igual de inteligentes que tú y algunos más que la media.


  •      El problema de la tartamudez no es tanto lo que se escucha sino lo que no se ve. El sufrimiento y esfuerzo psicológico y físico de las personas que quieren expresarse y no pueden; el hecho de que te suden las manos y te duela la cabeza ante un miedo que no se puede controlar (como por ejemplo tener que hablar en público); o la frustración y depresión que conlleva el sentirte solo e incomprendido.

  •      ¿Una terapia ayuda o soluciona la tartamudez? Depende. Aquí hay muchas opiniones y teorías. La mía es que, siendo cierto que las terapias de logopedia ayudan y facilitan ciertos hábitos beneficiosos, tienen efectos secundarios. Y es que pienses continuamente en tu tartamudez. Y mi experiencia me ha demostrado que cuanta menos importancia le des, más tranquilo vivirás.

JorgeVI el rey tartamudo que lideró una guerra

  •      ¿Cómo se debe actuar ante una persona con tartamudez? De forma natural, pero con una actitud empática y de escucha. Debes dejarle acabar las frases (aunque yo no soy nada radical. Si me interrumpes algunas veces no me va a sentar mal. Yo lo hago. Una conversación no es una conferencia). Con actitud empática me refiero a que no le pongas cara de asco (como sucede en mi vida a menudo) e intenta transmitirle confianza y tranquilidad.
        No nos sienta bien que digas que nos tranquilicemos o que hablemos más despacio,            se supone que ya sabemos algo de cómo funciona nuestra peculiaridad. Recuerda              que no somos nerviosos ni estamos alterados por tu presencia.


En definitiva. Los tartamudos somos personales normales, de carne y hueso pero que tardamos algo más en expresarnos o no podemos expresarnos como el resto. Aparte somos más propensos a aislarnos o a caer en la tristeza, en la melancolía…por la tara que hemos llevado y que llevamos a diario.


La mayoría de los tartamudos no llevan bien que se hagan chistes sobre ellos. Yo pienso que hay que saber reírse de uno mismo.

Ten en cuenta que cada día es una lucha: con el camarero del bar de la esquina que no anda sobrado de neuronas mientras te pone la cara del Fary comiendo limones (afortunadamente son cada día menos), con el jefe que parece no entender lo que significa “déjame tiempo a expresarme si no te importa” tras repetírselo más de cien veces, con la comercial de seguros que te corta al creerse que no hay nadie al otro lado del teléfono o que estás borracho, con el médico de guardia que será médico pero de empatía y de tartamudez no sabe una mierda, con la risita de la farmacéutica, con el tono de tu compañero (como si fueras medio retrasado o tuvieses el conocimiento justo para pasar el día)…

Cada tartamudo tiene una forma de serlo y de llevarlo. Dentro de la tartamudez hay niveles y dentro de esos niveles cada tartamudez es única y diferente. A algunos les cuesta más unas determinadas palabras, a otros algunas consonantes, etc.

Y no todas las recetas valen por igual. Cuando llevas tartamudeando toda la vida sabes muy bien lo que debes y no debes hacer; lo que quieres en esta vida y hasta donde estás dispuesto a llegar.

A todo esto…¡¡Vivan los tartamudos y ole sus cojones!!

PD: Estas opiniones sobre la tartamudez son personales y pueden variar con las oficiales de sitios como la Fundación Española de la Tartamudez. Si quieres más información recomiendo acudir a ellos que te asesorarán estupendamente.







viernes, 17 de agosto de 2018

Aves de paso


Acaso un instante, una anatomía del instante como dijo Cercas.

El leve pero intenso y preocupante instante es el que asoma cuando por la esquina aparece la acongojante sensación de que somos aves de paso en esta vida terrenal.

Esa sensación de estar solo entre varios grupos de alegres paseantes. El asfixiante pensamiento producido por la incomprensión…y por la indiferencia.

¿Es agosto quizás el mes más propicio para experimentar la soledad si las circunstancias vitales y los hechos desencadenantes se unen en pro de esta circunstancia?

Presente frente a pasado y futuro. Pensando y pensando se llega a los dos vértices, a las cumbres del tiempo.

Queremos vivir en el presente, disfrutar de él…cachondearnos de la vida obviando los malos acontecimientos. Queremos ser unos animales no racionales y ser capaces de tener la capacidad de no padecer, la cualidad de que no nos afecten los nervios ni las emociones.

Pero ¿y cuando uno es consciente, de casualidad sobrevenida, que la existencia es efímera y que podríamos no tener un objeto en esta vida? Que parecería probable que fuéramos un mero capricho del azar, creados por la madre naturaleza como el que crea un dibujo de la nada o salido de un mísero grano de sal.

Entonces ahí parecemos agujas en el inmenso pajar que es el universo. Y aún así, el universo podría ser otro minúsculo e insignificante pajar dentro de otros mundos.

Quien sabe. Habrá que cambiarse de bando.

¡Dios! Empiezo a odiar agosto.

viernes, 27 de julio de 2018

El joven gris


La tele se apagaba y, con los ojos sollozantes, Martín no podía despegarse del caluroso sillón.

Era una sofocante noche de agosto, se podía freír un huevo frito en la calle, a pesar de que las intempestivas horas en las que se encontraba invitaban a salir a la deslucida vía de la gran ciudad más que a acurrucarse en la cama.

Allí, en su guarida permanente, en esa postura antinatural, a Martín le volvían los pensamientos que, de vez en cuando, le sumían en ese estado de nostalgia que todas las almas solitarias poseen cuando el largo día acaba y el cuerpo desea descansar:

“¿He disfrutado de algún festival famoso? No lo recuerdo…
No estuve en Woodstock, los años de desenfreno adolescente no los viví en Ibiza ni tuve una juventud hippy, no recuerdo haber hecho grandes locuras en mi vida, nunca tuve el honor de pasar una noche en la cárcel como los ídolos del rock and roll…No he tenido hijos.”

El descontento y la apatía le solían acompañar en esas venideras reflexiones nocturnas. La siempre permanente soledad. ¡Ay la soledad!

Martín era un currante más, el extraño caso de un dandi en la clase media-baja, un tipo algo culto pero que no conseguía recordar la más básica suma de decimales. Desde siempre había sentido que no pertenecía a ninguna tribu. Bueno ni tribu ni oficio. Martín era un sin nombre. No sabía dónde debía estar, a quién parecerse ni por donde tirar.

En definitiva, la vida le descolocaba. De ahí su soledad permanente. Aunque como buen acuario le gustaba saber que en este mundo se encontraba solo pero acompañado, la realidad era otro bien distinta. 

Cada vez el aislamiento era mayor. Como la misteriosa fuerza llamada materia oscura que, acelerada, aleja cada vez más a unos planetas de otros en nuestro universo.

Sus locuras habían sido contadas pero algunas sonadas. Sus desvaríos adolescentes -escasos- dos o tres veces le enfrentaron con su padre y sus variopintos sueños inalcanzables de vez en cuando se hicieron realidad…o por lo menos se aproximaron a lo que buscaba.  Pero no, su acontecer por la vida no se podía calificar como el de un niño de papá rebelde.

No había participado en la movida -aunque ganas no le faltaban-, no desvirgó a ninguna linda mocita de su terruño, no se atrevió a contradecir o maldecir a ningún profesor carca, no promovió ninguna pertinente manifestación educativa…de echo ni por los pasillos universitarios transitó.

La prudencia era su marca, el signo más identificativo de casi toda su vida. La prudencia y el miedo. Sobre todo este último.

Por eso su vida había sido gris. El color que había experimentado, muchas veces le había llenado de gozo…pero parece que no fue suficiente.

El cuerpo le pedía prudencia y la cabeza... ¡Ay la cabeza! Siempre regida por don miedo.