Acaso un instante, una anatomía del instante como dijo
Cercas.
El leve pero intenso y preocupante instante es el que asoma
cuando por la esquina aparece la acongojante sensación de que somos aves de
paso en esta vida terrenal.
Esa sensación de estar solo entre varios grupos de alegres
paseantes. El asfixiante pensamiento producido por la incomprensión…y por la
indiferencia.
¿Es agosto quizás el mes más propicio para experimentar la
soledad si las circunstancias vitales y los hechos desencadenantes se unen en
pro de esta circunstancia?
Presente frente a pasado y futuro. Pensando y pensando se
llega a los dos vértices, a las cumbres del tiempo.
Queremos vivir en el presente, disfrutar de él…cachondearnos
de la vida obviando los malos acontecimientos. Queremos ser unos animales no
racionales y ser capaces de tener la capacidad de no padecer, la cualidad de
que no nos afecten los nervios ni las emociones.
Pero ¿y cuando uno es consciente, de casualidad sobrevenida,
que la existencia es efímera y que podríamos no tener un objeto en esta vida?
Que parecería probable que fuéramos un mero capricho del azar, creados por la
madre naturaleza como el que crea un dibujo de la nada o salido de un mísero
grano de sal.
Entonces ahí parecemos agujas en el inmenso pajar que es el
universo. Y aún así, el universo podría ser otro minúsculo e insignificante
pajar dentro de otros mundos.
Quien sabe. Habrá que cambiarse de bando.
¡Dios! Empiezo a odiar agosto.
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