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miércoles, 2 de febrero de 2011

Abstracción de perdonar

Decía ayer Rajoy, en una entrevista a la cadena Veo TV, que no se considera una persona rencorosa, que tenía la facilidad y la virtud de saber perdonar y olvidar. No compartía la idea que tienen otros de perdonar pero no olvidar. Bueno, eso viniendo de un profesional de la política, que es un arte como tantas otras disciplinas, nos hace albergar la lógica duda de si está actuando cual Colin Firth o, por el contrario, es un santo varón. Y más en estos tiempos donde esta profesión está tan devaluada.

Tengo que decir que a mí, a pesar de las discrepancias que tenga con su programa político, el líder del PP, me transmitió confianza y seguridad…en contra de la imagen que se tiene de él. Ahora bien, ¿a Rajoy le habrán hecho en su vida algún fastidio tan grande como para no olvidarse de ello?

Es fácil y queda bien ante la opinión pública decir que eres una persona pacífica, tolerante, caritativa, piadosa….Es fácil también creértelo si no te ha sucedido algún percance de consideración en el que la culpa haya sido del otro, si no te han arrebatado a algún ser querido injustamente o si la vida no te ha tratado excesivamente mal. Cuando algo así nos sobreviene tiramos al traste todas nuestras buenas intenciones y nos dejamos llevar por la rabia y el dolor.

Quizás haya gente capaz de absolver y olvidar pasado un tiempo pero me da a mí que la sensación generalizada es de, aunque se perdone, no borrar de la memoria los hechos pasados.

Decía Martin Luther King que “El que es incapaz de perdonar es incapaz de amary de hecho es comprensible que en escenarios mayúsculos o desgraciados cueste perdonar. Sin embargo nos cuesta eximir y sentimos rencor en experiencias banales. Ahí la madre Teresa de Calculta se pronunciaba de forma convincente con estas palabras: “El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió”.

La convivencia cotidiana, el ser un ser social y los malos entendidos llevan a situaciones de ofensa o de daño ajeno. Las rencillas entre parejas, disputas familiares o amistosas o los rencores en el trabajo son claros ejemplos de daños colaterales derivados de la variedad de opiniones y pareceres entre los seres humanos. La pequeñas pullas o resentimientos no deberían de servir para nada. No se puede andar sintiendo rencor. Empiezo por aplicarme el cuento a mí mismo.

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