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miércoles, 20 de julio de 2016

¿Tenemos límites?



Al hilo de una discusión reciente en la Fundación Española de la Tartamudez, me viene a la mente otra que llevaba yo con unos amigos y amigas catalanes, en el encuentro anual de dicha Fundación en Valencia, hace unos cuantos años. En aquella ocasión y, en mi caso, llevado por el ímpetu joven del que está probando caminos nuevos insospechados, departíamos amigablemente en la terraza de un bar acerca de si los tartamudos debíamos o no ponernos límites en nuestra vida laboral o social.

Recuerdo que mis compañeros, a los que nunca más he vuelto a ver desgraciadamente, opinaban que si que tenemos unos ciertos límites a la hora de realizar tareas para los que una persona fluida (léase la que no es tartamuda ni por asomo), ahora vengo leyendo que se denominan normofluidas, se basta y se sobra. Y yo les debatía ese concepto, para mí erróneo. Y poníamos como ejemplo el caso de un controlador aéreo, y yo con mi natural desparpajo, sin pensar ni reflexionar, me lanzaba a afirmar que no hay límites, que éramos nosotros los que nos infringíamos ese castigo de autoimponernos límites. Que cualquier persona tartamuda podía dirigir el tráfico aéreo de un aeropuerto con la misma facilidad que una fluida.

Hoy, muchos años después, con varias mochilas a la espalda, un espíritu más sereno y reflexivo y, sobretodo, con mucha experiencia vivida en torno a la tartamudez, concretamente a mi tartamudez que es la que importa, reniego de aquellas opiniones vertidas por mi persona pero no en su totalidad, sino en partes. Habría que matizar...y para eso me explico.

Para empezar, no niego que haya que esconder la tartamudez o no aceptarla, por supuesto. Quienes me conocer saben que opino todo lo contrario, es el único camino para ser un poco más felices. Tampoco niego que sea recomendable poder superarse, no ponerse límites ni fronteras... es más, animo a mis allegados a que se crezcan ante las adversidades, tengan la limitación que tengan. Tener una aptitud vitalista, positiva y de superación es clave para superar las dificultades y trabas que la vida nos pone a diario. 

A superarse y afrontar retos, algunos lo llaman salir de la zona de confort. Esto es matizable. Salir de la zona de confort entiendo que hace referencia a intentar hacer frente a unas dificultades que un individuo tiene y que tiene esa necesidad vital de superarlas. Para otros salir de la zona de confort será afrontar nuevos retos porque se lo pide el cuerpo (o vete a saber, lo mismo es la pareja que es una aventurera). Pero si estamos hablando de salir de la zona de confort para saltar al vacío sin paracaídas o llevar una vida de sufrimiento y complicaciones de todo tipo, hay que preguntarse qué es lo resaltable o interesante de salir de la zona de confort. 

Pero respecto al tema que íbamos a tratar, el de los límites, ¿es correcto afirmar que el ser humano no tiene límites? ¿Puede un atleta que se haya quedado cojo correr una maratón a igual ritmo que otro que no lo sea? ¿Es válido, ético, aceptable o normal que una persona con tartamudez severa trabaje de comercial sabiendo que no va a poder ejercer su labor profesional al igual que una persona no tartamuda?

Respecto a la primera pregunta, cada persona tiene unas capacidades pero no todos tenemos las mismas, bien porque no se tiene ese don innato, no se ha ejercido o porque no se puede, simplemente, por problemas físicos, psíquicos o psicológicos. A la segunda pregunta se le responde muy rápidamente y no creo que merezca la pena comentarla porque no hay un sí.

Y con respecto a la última interrogación la cosa cambia. Estamos hablando de que un tartamudo (el tema de que siente y padece un tartamudo da para otro tema mucho más largo puesto que no es solo la dificultad para hablar sino la ansiedad, estrés, nerviosismo, dolores, salud...asuntos desconocidos para una persona fluida) en el que su primera dificultad es hablar fluidamente (no digo rápido sino fluido) se tiene que enfrentar a un trabajo diario de ocho horas o más en el que va a tener que usar como vehículo de trabajo y de comunicación, precisamente, lo que menos puede usar. Y no lo digo solo por la incomodidad social o psicológica, que eso en mi caso está superado, sino por la física, que es la que realmente me importa.  Porque el esfuerzo físico que ello conlleva en tartamudos como yo es realmente agotador, a veces insufrible. Por no decir del después: agarrotamientos, tensiones musculares, sensación de cansancio y abatimiento, etc. Seguramente que muchos tartamudos severos sabrán de lo que digo.

 Por supuesto todo tartamudo tiene el derecho de trabajar donde le plazca (derecho hasta hace poco no reconocido en determinados estamentos institucionales) y si es apto o no para este trabajo dependerá del grado y tipo de tartamudez,y de  su valía personal y profesional. ¿Porqué del grado y tipo de tartamudez? Porque sencillamente no es lo mismo un tartamudo severo que uno ocasional o leve. El severo, como es mi caso, es consciente de sus limitaciones porque ahí están, no las puede ni debe esconder. Eso no quita que haya tartamudos severos muy válidos para este u otros oficios y que haya tartamudos severos que a veces son fluidos. Pero es que eso es la tartamudez, muy cambiante y personal. Cada uno tenemos un tipo de tartamudez. Y va unida a unos factores sociales, genéticos, físicos o psíquicos que delimitan nuestro quehacer cotidiano. Por lo tanto no todos podemos hacer lo mismo aunque el hacer o dejar de hacer depende de muchos condicionantes, y los secretos de la mente son insospechados.

Ahora juzguen ustedes ¿Hay límites o nos creamos nosotros siempre los límites?

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