22.30 p.m….Ayer. Portal de mi casa. Existen momentos en que lo cotidiano, la normalidad que solemos hacer, las consideraciones, nuestra rutina se altera. Nuestras prioridades nos parecen una mierda y nos sentimos unos indeseables.
Encuentro con mi vecino que debe estar enfermo de cáncer o alguna enfermedad grave debe estar pasando. No me atrevo a preguntarle. Su mujer lo lleva en la silla de ruedas y el hombre, que debe de rondar los 70 años, se le ve muy desmejorado…el pelo casi inexistente…sonrisa disimulada en la cara…Recuerdo que la última vez que lo vi me preguntaba por su equipo de fútbol preferido, afortunadamente se le veía feliz porque lo ganaba todo. Andaba pero se quejaba de su rodilla. Ayer me volvió a preguntar por él. Se me hace un nudo en la garganta y solo puedo contestarle que es un gran equipo. Lo despido sujentandoles la puerta y me pregunto si será la última vez que lo vea…
No puedo evitar pensar en él y en la justicia o injusticia de la vida.
19.15 pm…Sábado. Hoz del Júcar. Primer día de calor veraniego en mi comarca. Son las siete de la tarde y la hoz del río Júcar, cerca de la ciudad, es el único paraje donde corre el aire y se agradece estar. Me adentro hasta el puente de la hidroeléctrica y me dispongo a correr. La naturaleza me invade, me prende….Grupos de escaladores abarrotan las inverosímiles rocas de la margen izquierda…suena en mis cascos Always on my mind, de Elvis…un ciclista ataviado para la ocasión toma la curva y me rebasa. Me acerco a la desembocadura del camino de San Julián…siempre me han dado ganas de perderme entre la serpenteante subida y continuar mas allá, encontrar quizás el imaginario camino que me lleve a una nueva despertar, a lo desconocido…no conozco sitio mas solitario que este.
Pasan a mi lado una familia completa con sus mochilas y bicis, llegarán de hacer picnic mas adelante…donde el rio fluye mas manso y verde. En la otra orilla del meandro, donde las rocas se convierten en asientos naturales, una muchacha pelirroja con aires de punk toma el sol tumbada en su toalla multicolor y su perro persigue insectos a su alrededor.
No es un parque, aunque esté casi integrado en la ciudad…Es un oasis, un hábitat donde todo aquel que busca el karma, el reposo, contacto con la naturaleza, aislarse de lo cotidiano…lo encuentra.
Una mujer, vestida elegantemente, 40 años, bolso en mano, cruza el puente y se sienta en el embarcadero frente a la cascada. Apoya su mano derecha en su cara y se queda mirando fijamente el horizonte…Me pregunto que pensará.
Un rato mas tarde, tras el ejercicio, me siento en una de esas piedras calizas. Está caliente, el sol la ha enardecido hasta hace bien poco. El lecho del río refleja los troncos de los chopos y sauces y allá arriba la ciudad alta se viste de colores cálidos. Que buen momento para recordar algunas frases del poema de Gerardo Diego:
Agua verde, verde, verde,
agua encantada del Júcar,
verde del pinar serrano
que casi te vio en la cuna...
agua encantada del Júcar,
verde del pinar serrano
que casi te vio en la cuna...
...Cuenca, toda de plata,
quiere en ti verse desnuda,
y se estira, de puntillas,
sobre sus treinta columnas.
quiere en ti verse desnuda,
y se estira, de puntillas,
sobre sus treinta columnas.
Me gusta mucho, primo. Ese ir y venir en la vida de la gente que pasa por ahi, me recuerda a los devaneos mentales de Lapido, pero lo mejor es como describes ese rincon magico de la ciudad que es cualquier tramo de la Hoz del Jucar.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del vecino, estoy contigo; se te queda un nudo en la garganta. A raiz de este vecino y otros, escribí aquel poema de "Los señores de mi edificio"
Toni.
Investigaré en la mente de Lapido,primo.Me ha picado la curiosidad. Creo que leí el poema que me indicas. Gracias Toni.
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