Semana Santa, camino de partir, tiempo de orar -el que crea
y no deje de creer-, periodo de descanso vacacional, tiempo de playa. Una
tradición antiquísima que se repite todas las primaveras y que no deja
indiferente a nadie.
Los americanos nos identifican con el Ku Klux Klan; para los
ingleses este tiempo, que rememora los últimos días de Jesús, su muerte y
posterior resurrección, es sinónimo de playa, buen tiempo y paella, aunque hay
muchos que se mezclan entre el gentío de las ciudades semanasanteras del interior. Los japoneses también van viniendo
cada vez más, son fácilmente identificables por sus rasgos y vestimenta cual
Indiana Jones.
Pero ¿y los españoles? ¿Cómo afrontan esta curiosa semana
los españolitos de a pie?
Pues hay de todo, como en botica. Aquí se diferencian
claramente dos grupúsculos según su ideología política. Pero también se pueden clasificar
por zonas de residencia, por las raíces -que tiran mucho-, si han mamado o no
la tradición religiosa y costumbrista desde la niñez, por experiencias, etc.
Se puede decir, y en
la mayoría de las ocasiones no se falla en el pronóstico o prejuicio, que las
personas con una ideología o voto de izquierda -sobre todo las de extrema
izquierda- son reacias a este culto mariano y jesuita que en estos días recorre
las cuatro esquinas de la piel del toro. Prefieren huir de las procesiones y
rendir otro tipo de culto: el de la montaña, la naturaleza, las playas...
También los hay, por increíble que parezca, los que viajan en estas fechas a
ciudades europeas o a New York. Qué Dios
les coja confesados.
En el extremo opuesto del gráfico se sitúan los votantes de
derecha. Estos tienden a ser muy capillitas,
como se suele decir por el sur.
Los de derecha de toda la vida son claramente
reconocibles por sus vestimentas de etiqueta (siempre me he preguntado como en
Sevilla, a 35 grados a la sombra, pueden sacar el trajecito de la boda), sus
crucifijos y conocimientos semanasanteros. Algunos parecen que han hecho
carrera desde chiquititos y son algo jartables.
Son los llamados frikis de la Semana Santa, como decían en el programa de
Carlos Herrrera.
Pero como no es bueno tirar de tópicos en la vida ni
generalizar -salvo en el futbol-, el que sí ha mamado la Santa Semana cristiana
desde pequeño -ojo, que al principio me escondía. Me daban miedo esos
capuchinos- y ha visto actitudes y opiniones de aquí y de allá, se encuentra
con derecho a opinar sobre esta costumbre muy española de sacar tallas de
madera con ricos vestidos a la calle. Opinar si pero con precaución porque en
este país por un mero chiste te meten entre rejas.
Lo que uno ha presenciado en su ciudad son ciertos
comportamientos de sabelotodos que
rayan el surrealismo. Si, esos pretendientes a hermanos mayores que les encanta
dialogar, discutir y dar a conocer sus conocimientos sobre tal talla, las andas
de cual o el guión de aquel. A su vez, hay cientos de hermanos que se limitan a
salir en la procesión, otros ayudan a su hermandad en lo que pueden.
Los hay que son meros aficionados y otros que llevan toda la
vida en estos menesteres. A algunos la palabra cristiano no les favorece puesto
que sus palabras y sus obras no van en concordancia. Otros sin embargo, sin
profesar la fe, dan más ejemplo que cualquiera de los anteriores.
Desde fuera de estos ambientes, por parte de personas que no
tienen esta tradición en sus lugares de origen o que han decidido no formar
parte de este mundillo, bien por su ideología o por otros motivos, te miran
extrañados cuando les pregonas con cariño el gusto por la Semana Santa. Y es
normal en pleno siglo XXI... aunque uno también ha tenido que aguantar ciertos
comentarios irrespetuosos en ciertos ámbitos laborales y sociales. Así, la
callada ha sido la respuesta por mi parte, la más inteligente frente a la
ignorancia.
Porque el que no ha conocido esta costumbre se piensa que
todos los que participamos o degustamos de ella somos unos fachas religiosos
hipócritas. Y no es así. Como sucede en mi caso.
En Semana Santa soy un marqués de treinta y pico años al que
le gusta recorrerse las calles de arriba a abajo buscando el maravilloso
ambiente de estos días, intentando localizar el mejor rincón para escuchar esa
marcha que te hipnotiza, rememorando costumbres de toda la vida que tan buenos
recuerdos me traen en la conversación con aquellos amigos que hace un año que
no ves o tomándote unas cañitas en los Arcos. A la vez, disfruto viendo
películas de temática histórica relacionada con la vida de Jesús, la religión,
romanos o la Biblia. Y si es a la hora de la siesta mejor.
¡Pero ay amigos!, en cuanto pasa el Domingo de Resurrección
y ya el capuz se ha metido en el baúl de los días felices, volvemos a nuestra
rutina diaria. Si piso la iglesia es alguna vez para llevar a mi madre. Mi
vista a partir de entonces está puesta en descubrir otras culturas, lugares y
personas, abiertas de mente, solidarias y sabias.
Es contradictorio, lo se... Resulta difícil de entender pero
es que uno en estos días ha buscado toda su vida la plasticidad, la música, el
teatro y también el reencuentro con la familia, sus raíces, los recuerdos de
tiempos felices cogido de la mano de su padre mientras se emocionaba ver subir
al Jesús del Puente, aquella noche de Turbas en la que granizó hasta las cinco
y media de la mañana y después paró para poder ver salir al Chule del Salvador,
los Martes Santo entre los amigos del Bautismo por esas callejuelas de Dios y
el resoli de Antonio, los chistes del Potorro en la noche de Turbas, las
mañanas soleadas acompañando a Las Angustias y el bocata posterior en la
Plaza....
Se puede decir que en personas como yo, la Semana Santa es
más una tradición que un movimiento de fe....aunque parezca incompatible. Pero
solo el que lo mama o lo vive, el que tiene la mente abierta lo sabe. No es que
seamos ateos ni agnósticos sino solamente que creemos de otras formas y en
otros conceptos.
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